Cierto, la vida se hace en momentos…


Blog escrito por: Laura de Lunne

Enero 1° 2013

TERCER ESCRITO:

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domingo, 19 de enero de 2014

El pasajero del Tren. Mis viajes: Monclova - Saltillo, Coahuila II



El silencio que viajaba aquel día en el vagón de primera clase del ferrocarril Monclova-Saltillo no había comprado boleto, sino que acompañaba a aquel pasajero recostado en los dos asientos del tren que exhalaba dolor. Se supo que lo llevaban a Saltillo porque iba muy enfermo y que desde la Ranchería en donde vivía no había otra forma más rápida para trasladarlo al hospital. En voz baja se comentaba algo que los niños no alcanzábamos a oír por lo que interrumpimos los juegos para acercarnos a nuestra familia, y enterarnos, que el pasajero no podía orinar.

No teníamos comentarios, no entendíamos como era posible que alguien no pudiera orinar. Así continuó el viaje en donde los ruidos propios del tren al pisar los rieles nos ayudaban a eternizar el momento, largo momento para asimilar lo que sucedía.
Repentinamente otra figura extraordinaria se vio avanzar por el pasillo del vagón del tren, era un hombre delgado y muy alto para el común de los habitantes de la región y vestido con una levita negra y sombrero alto del mismo color. Entonces se borraron las escenas anteriores y solo el hombre destacaba caminando lentamente entre el bamboleo del tren, dirigiéndose hacia el enfermo.

Se oía la respiración de los pasajeros ante la ausencia de cualquier otro sonido.
El hombre de levita y sombrero negro regresó a su asiento tan calmadamente como se fue. Y dos señoras empezaron a pasar por los asientos del tren pidiendo que les regaláramos las cebollas que lleváramos, incluso aquellas que estuvieran mezcladas con comida siempre y cuando no estuvieren cocinadas,  como las de mi lonche de jamón y aguacate. Entonces, entre mantas sostenidas por algunos pasajeros, el Dr. Galarza (supe su nombre 30 años después por pura “coincidencia”), colocó las cebollas que se pudieron recolectar, al parecer, sobre el área de la próstata y/o también sobre los genitales del cuerpo del pasajero enfermo.

Poco a poco se fue escuchando  ruido de voces en aquel vagón del silencio y finalmente, el pasajero enfermo se levantó a orinar al baño del vagón. La gente reía, comentaba, daba recetas, platicaba anécdotas parecidas, y se lamentaba jocosamente de que a sus tacos les faltara la cebolla.

Al llegar a la Estación de Saltillo, apenas se detuvo el tren subieron rápidamente dos jóvenes con una camilla, para mirar entre sorprendidos y alegres que el pasajero enfermo bajaba del tren por su propio pie.


Ese día supimos de propia experiencia las aplicaciones de la cebolla como remedio,  y treinta años después conocí a la hija del Dr. Galarza y las fantásticas historias de sus hermanos que hablaban con los pájaros, pero eso ya es historia para la siguiente narración, no creen?

Próximo miércoles: LA MORAL DE UNA DAMA "INMORAL"

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