A veces tengo frío en algunas noches en que se viene
el tiempo malo porque mi ventana no tiene un vidrio desde hace dos años, me dijo Engracia quien es
una luchadora en contra de la depresión constante. Para intentar animarla y que
tuviera ilusión para hacer algo que le divirtiera le dije el clásico ¿Y si un
hada madrina le concediera un deseo, que pediría?, diga lo que quiera no
importa que le parezca inalcanzable, la insté. Tras un corto silencio reflexivo
respondió: irme a Trabajar a los Estados Unidos.
Su día a día es ver en la mañana irse al trabajo a
su hijo soltero quien regresa a la casa que rentan algunas veces en la
tarde-noche y otras ya avanzada la noche; cuidar de su nieto de 5 años a quien
su mamá, hija de Engracia dice que no soporta, los días de vacaciones escolares
cuidar a los otros nietos de entre 9 y 11 años para que los papás hagan algún
viaje de recreo, al cual la abuela nunca es invitada. Ayudar algún día de la
semana como asistente en casa a alguna gente conocida y de manera muy selectiva,
pues sus dos hijos varones que no viven en su casa no pueden ayudarle
económicamente porque tienen muchos compromisos en sus casas, cómo el segundo
de ellos que acaba de cambiar su tv por otra de pantalla panorámica…. Y la hija
si le da dinero, aunque solo sea cuando le cuida al hijo… no para ella misma
por ser quien es. Bueno, bueno, bueno, pero un día a la semana recorre las
calles de alguna colonia con otros amigos predicando sobre sus creencias dentro
de una Organización a la cual pertenece. Y los domingos tiene reunión de su
Congregación.
Su mayor diversión es ver las antiguas películas de
Pedro Infante y similares de la época, en donde dice entre risas –que bueno que
ha reído- que el galán de esas películas regularmente es un tipo más viejo que
nadie y que lo ponen siempre de galán, le he comentado que era la época de
Porfirio Días quien era un hombre viejo casado con una mujer joven y quizás
esas películas le daban “cran” -claro que le he explicado lo que quería yo
decir con “cran”- pero a pesar de los pesares Engracia entiende cuando le
explico ideas o conceptos y de repente tiene algún comentario muy muy lúcido
que me sorprende y que me reafirma en la existencia del espíritu que todos
tenemos, de que esa sabiduría espiritual nos pertenece y que podemos todos acceder
a ella.
¿Cuándo es que Engracia entra en contacto con esa
parte lúcida de su cerebro? Luego de estar un rato platicando acerca de algún
tema que antes se negaba a discutir u oírme criticar –con modales inmejorables
pues su ser es muy sensible- luego de aceptar en su ser interno oírme, creo yo,
comenta algo muy íntimo, lo expone, lo coloca en una bandeja sobre la mesa con
una inocencia o confianza o abandono que me hace pensar que ha abierto su caparazón
(ese que todos llevamos puesto más o menos) y que desde ese momento está renovándose,
está analizando sus propias ideas y aceptando o rechazando las que escucha,
pero indiscutiblemente que está en momentos de evolución, momentos que logra
luego de aceptar lo que lleva dentro, decirlo y analizarlo.
Engracia, una mujer sencilla dirían algunos, yo digo
Engracia un ser humano con las mismas grandezas y debilidades que cualquiera y
al nivel de cualquiera porque ¿Acaso no es lo mismo para la evolución de
nuestro ser recapacitar acerca de la existencia de los agujeros negros en el universo que
acerca de su propia comprensión, de sus actitudes y pensamientos? ¿No son éstos
los agujeros negros de un ser humano? Quizás. Y es tan válido el análisis de
ellos que realizan los científicos como el del universo llamado Engracia.