PAPÁ
Capítulo IV, Tercera y última Parte
Poco más queda para hablar de papá; ahora que finalmente lo he recordado se va la remembranza a ocupar tranquilamente un lugar en el cofre dorado de mis recuerdos.
He de agradecerle la libertad en que crecí con su apoyo, aunque hubiera sido en ocasiones lejano. No obstante yo acerqué los caminos, fui a verle al pueblo de Barroterán en donde era maquinista del Ferrocarril -en esa época de mis casi quince años-, para decirle que quería estudiar una carrera. Estuve haciendo junto a él, el recorrido de su trayecto en su cuidada máquina (aunque no era permitido) y de esa platica también obtuve la audacia y fuerza para realizar mis sueños, porque me dijo “si Colón atravesó el mar” porque no vas a poder tú hija, irte a estudiar a Saltillo? Yo te apoyaré mientras viva.
Durante siete años viajé en tren, de mi pueblo a la capital del estado para ir a mi Universidad y viceversa. Era mi forma de vida, mi contacto común todo lo relativo al ferrocarril.
Las “corridas del tren” -como se llamaban a los trayectos que estaban determinados en las líneas del ferrocarril- en que papá trabajó fueron dos de las más importantes a nivel nacional, las de Piedras Negras-Saltillo y Saltillo-San Luis Potosí. Para viajar como pasajero de Saltillo a San Luis había dos trenes; el “pollero” (no recuerdo el nombre) que salía a media mañana y llegaba a primeras horas de la noche y el Águila Azteca que venía de Laredo rumbo al Distrito Federal y que abordábamos en Saltillo alrededor de la una de la madrugada, lo cual era fatal para mí por la desvelada.
El Maquinista del tren y el Conductor del mismo, eran los jefes máximos de dicho medio de transporte. A veces oía discutir-platicando a papá y mis tres hermanos todos ferrocarrileros, quién realmente era el jefe del tren; papa me lo explicó así: el Conductor dirige el movimiento del tren (de pasajeros) pero el maquinista es quien echa a andar o no la máquina y lo lleva por su camino, con el cuidado y protección que se requiere, porque aunque el tren tiene sus propias vías y no puede salirse de ellas, hay automovilistas o camioneros que ignoran las señales de los cruceros y es cuando el maquinista debe ir muy alerta. Luego, finalmente con la cabeza girada a un lado me dijo, el jefe del tren es el conductor. Todavía me gusta recordar, que aun haciendo un esfuerzo, me dijo la verdad.
Sí, papá era el maquinista del tren; desde aquel “pasa-carbón” de la máquina de vapor llegó al cargo más alto en el área de transporte que un trabajador llegaba en su época. Lo logró en base a los estudios que realizó para aprender el manejo y cuidado de la compleja máquina diésel, conocimientos que pocos adquirían. Y desde tener dos mudas de ropa en sus inicios como trabajador del nivel básico, llegó a la elegancia con que vestía en San Luis Potosí -cuando ya era maquinista del ferrocarril-, donde vivió la Familia por más de diez años.
Sombrero de bombín, zapatos de charol con polainas, bastón, mancuernillas y fistol a juego. Fue la época de lectura también, de aquellos poemas famosos como “GLORIA”, del poeta Salvador Días Mirón que me recitó de memoria mientras conducía su máquina diésel en los caminos de Barroterán, Coahuila:
No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.
... .
A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.
… .
¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.
… .
¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
Dios dijo al agua del torrente: ¡bulle!;
y al lirio de la margen: ¡embalsama!
¡Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.
... .
A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.
… .
¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.
… .
¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
Dios dijo al agua del torrente: ¡bulle!;
y al lirio de la margen: ¡embalsama!
¡Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.
Ese fue papá, q.e.p.d.