Tengo derecho a estar en este mundo; he nacido en él,
diríamos que tengo nacionalidad terrestre.
Y cuál es el Porqué de esta declaración? Parce que… Porque mi vecina
Fernanda dice de ella misma “yo no soy nadie, no soy importante, solo nací,
crecí, me casé, tengo dos hijos y cuido
de mi Familia” Bendita ella, que cuida de una célula de esta sociedad. Cuida. No
es algo sin importancia el cuidado de. Hay seres que nacieron y no fueron
cuidados y ya no están. Hay Familias que se constituyeron y no hubo un pilar
central que sostuviera esa estructura familiar cuidándola y ya no está como
tal. Un ser humano de tanta importancia no puede decir lo contrario, como lo ha
hecho Fernanda. Y como todos estamos entrelazados viviendo esta existencia, me
cuestiono diciéndome ¿Qué importancia tengo en este mundo?
Solo el existir sobreviviendo es toda una tarea y una enorme
experiencia; la más fundamental. Si en el continuo de tu tiempo vas dándote
cuenta de que realmente estás aquí, en ese lugar en donde vives, creo que
pudiera ser un segundo gran momento de una existencia. No pasar por esta
experiencia de vivir en la tierra, sin darnos cuenta de que yo soy yo y que
todo lo que me rodeo lo vivencio, lo experimento, lo conozco y si es posible,
lo entiendo.
Y es cuando empiezas a detenerte a ver como el sol nace o se
oculta, como de repente llega ese aire fresco como una bocanada, ese prana, que
si lo aprovechas entra en tu sistema y te fortalece, a oír esos trinos de algún
pájaro que a través del ruido del tráfico se percibe claramente en las mañanas y más aún si puedes detenerte unos momentos
bajo ese árbol que sirve de sala de concierto y recibes y agradeces la energía que
de él se desprende para ti, como ser vivo y amoroso que ha decidido estar ahí para cuando pases bajo su sombra y
su energía.
Y en mi caso, con el privilegio que tengo de que al salir a
mi calle para caminar hasta la tiendita de la esquina y encuentro que
repentinamente, casi siempre, llega corriendo, saltando, tocando mis piernas al
saltar sobre mí y buscar lamer mi mano el perrito vecino que me quiere tanto, y
que pese a ser tan pequeño ayer que
pasamos platicando por la acera de regreso a casa, otro can mucho más grande encerrado tras un barandal empezó a
ladrarme, ante lo cual el pequeño se detuvo lo miró fijamente (eso creo) le
gruño quieto y el otro can dejó de ladrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario