Manantial
Llegamos a San Lorenzo Tiotipilco, cerca de Tehuacán Puebla (5.1 km, tiempo estimado 9 minutos) en uno de nuestros viajes por tren. La intención era tomar baños termales en su fuente de agua caliente y aplicarnos barro en todo el cuerpo el cual tomábamos libremente de sus orillas (ahora ya no hay barro a disposición) dejándolo secar media hora sobre la piel al cabo de la cual nos metíamos de nuevo a las tibias aguas curativas en donde se disolvía integrándose al cauce del arroyuelo que se formaba con la salida de aquellos veneros del manantial.
Instalados ya en el único hotel del pueblito con su
cocina de leña-carbón hecha de losetas rojas construidas cada una al lado de
cada cuarto del hotel y en cuyo interior había tres camas colocadas, una mesita
de madera con sillas de tejido de palma y respaldos pintados de flores
coloridas, colocados sobre una estera de fibras vegetales y algún mueble más
para guardar y colgar nuestra ropa, nos fuimos a la Tienda de Abarrotes,
Mercería y Farmacia de Tehuacán Puebla a por provisiones y utensilios de barro
para cocinar y comer.
El viaje en aquellos pequeños autobuses de alrededor
de 20 pasajeros me había hecho maravillarme de todo aquel verde del campo
comparándolo con la zona semi-desértica del lugar en donde vivíamos al norte de
México. Ya en Tehuacán encontramos otra maravilla, el caminar por algunas
calles de adoquines que hacían que nuestros pies acostumbrados a los caminos de
pavimento y a otros de tierra clara semi-dorada del lugar seco en donde
vivíamos en ese tiempo, notaran la diferencia.
Recuerdo haber ingresado a la Tienda, pero nada más.
De repente me vi en un lugar del mismo establecimiento comercial hablando con
alguien, no recordaba ni recuerdo aún ahora, como llegué a ese lugar puesto que
yo andaba casi siempre cerca de mi mamá o de mi hermana Anne, que éramos las
tres que viajábamos juntas en esa ocasión. Ahí estaba yo hablando con un niño
poco menos alto que yo –en esa época yo tendría alrededor de 10 años -. Aquel
niño me dijo que me habían escogido para pedirme que los ayudara, que ellos
estaban cerca de ese lugar atrás de unas montañas pero necesitaban algo, ahora
no recuerdo que, pero que sabían que yo podría ayudarles porque, dijo, era una
niña inteligente. Les dije el estado raro en que me encontraba en ese momento,
como si fuera real y como si fuera un sueño. Si los ayudaría, era cierto, yo
quería ayudarles. Entonces el niño me dijo que ellos me ayudarían también a mí,
que ellos podían conseguir muchas cosas que yo quisiera pero necesitaban que
alguien les ayudara en eso que no recuerdo, eso de lo cual de alguna manera se
borró o borraron de mi memoria.
En ese momento, una señora se acercó a mi lado y me
dijo que qué estaba haciendo yo ahí hablando sola y que si me encontraba bien.
Volteé a verla y le dije que sí me encontraba bien y que estaba hablando con
ese niño quien me decía que era una persona que necesitaba ayuda. Añadí que ese
niño era importante, tan importante como el hijo del Presidente; entonces volteé a ver al aludido y este,
llamándome al silencio, me dijo que no debía haber dicho nada a ninguna
persona.
-Al llamar la atención sobre mí pones en peligro a
muchos otros que me están esperando... Ya no podrás ayudarnos..., Olvidarás lo
que has hablado conmigo...
De repente ya no lo vi. Fueron segundos apenas y lo
más que recuerdo, es que entonces hice un enorme esfuerzo por recordar lo que
me había dicho el niño antes de que me hiciera olvidarlo.
Me reuní de nuevo con mi mamá y mi hermana quienes
ya andaban buscándome. Al día siguiente el periódico de Tehuacán daba cuenta de
una noticia referente a raras luces en el cielo que habían visto en una montaña
del lugar. Huelga decir que no vi mas al niño que ahora sé que era un adulto de
muy pequeña estatura. Nadie recordaba haberlo visto, ni yo lo vi partir.
Continuará Domingo
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