Joaquín
Rodrigo autor del Concierto de Aranjuez
Cuando tenía 17 años jugué nuevamente softbol –ya
había jugado en la primera Liga que
existió en mi Pueblo- en la Escuela Normal del Estado de Coahuila. Recuerdo
claramente aquel partido contra otra escuela, yo era tercera base y bateaba muy
mal; en las gradas había dos chicos que gritaban apoyándonos y cuando iba a batear me dieron instrucciones a
gritos sobre cómo batear mejor, automáticamente hice caso de las instrucciones,
pude batear y empecé a correr a primera; el “pitcher” había recogido la bola y
se preparaba para lanzar a dicha base, entonces oí a los chicos que gritaban:
bárrete, bárrete. Y más aún: bárrete y te invitamos a cenar; y saben que, creí que era cierto y me barrí y fue “safe” y una rodilla raspada. Cuando terminó el
partido, volteé a verlos y les dije, ustedes me invitaron a cenar… pero ellos
rieron y dijeron, no tenemos dinero, y además, era una broma, solo queríamos
que llegaras a salvo a primera, lo hiciste bien, adiós.
Me quedé en uno de esos momentos de pasmo en los que
se detiene el tiempo; yo les creí, claro, porque no tenía experiencia en que
desde las gradas los asistentes gritan
cosas como “te daré un millón de dólares si lo ponchas!” Y también cosas como “eres un dios!” Pero como
dice alguien, fíjate en la experiencia, porque algo está diciéndote. Y ahora
que he tenido oportunidad y que me he dado oportunidad de recordar mi vida, me
doy cuenta de que hay momentos sin tiempo en que todo a nuestro alrededor
realmente se paraliza o se queda en una especie de cámara súper lenta en donde
solo estás tú mismo vivo, dándote cuenta de que existes, de que estás ahí. Y me
pregunto si uno podría materialmente regresar a ese momento, pienso que quizás
no a volver a vivirlo, pero sí como espectador a verlo.
Creo que ya es tiempo de aceptar que hay algo más de
lo cual no nos han hablado -en la educación convencional- y al contrario, nos
han ocultado. Creo que ya es tiempo de perder el miedo a pensarlo y aceptar
poder entenderlo, entender y creer en nuestras
múltiples capacidades. (Aceptar es la clave.)
Ese momento de pasmo me parece muy importante, como si
fuera la captura de un momento de eternidad, como cuando iba en mi Volkswagen
por la Avenida Madero y aprovechando un rojo del semáforo puse el casete del Concierto
de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, con Pepe Romero. Nunca lo
había escuchado y cuando "casualmente" lo coloqué en el inició del adagio, me quedé sin moverme; no veía nada alrededor
mío, no veía los otro carros ni oía a mi hijo que me decía -lo supe después-
que avanzara porque el semáforo estaba en verde y los carros accionaban su
claxon porque yo no avanzaba-. No podía yo saberlo, estaba mirando el cielo con
las nubes que se abrían y desde donde se oía la música, no estaba en mi carro.
De pronto sentí que me movían un brazo y volteé a ver a mi hijo que me decía ya
muy insistente, que avanzara… lo hice lentamente y me estacioné un poco más
adelante porque no podía dejar de escuchar esa música que me había llevado a
algún lugar en donde se borró todo a mi alrededor, solo estaba la música.
Sí, tenemos ese algo que se llama Alma o Espíritu,
sabré más adelante como poder definirlo, por ahora solo lo manifiesto para que
se haga consiente en mi yo, mi deseo de entenderlo y entonces el universo me dé la respuesta y más momentos en donde la
maravilla, la hermositud, la grandiosidad se manifiesten y yo pueda
disfrutarles…
Continuará próximo lunes D.M.
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