Mezcal con gusanito (de Oaxaca, México)
II Parte
La vida seguía, nacían hijos, crecía el pueblo. Lala no se
casaba y necesitaba dinero.
En su casa inventaron la
manera de conseguirlo con venta de artículos de “primera necesidad”, copitas de
mezcal, aguardiente y algún licor de fabricación casera hecho en garrafas de
vidrio de 5 litros de mezcal a las que se les agregaba cáscaras de naranja o
limón, canela o anís, manzanas, perones, pasas de uva y se guardaban en un pozo
en la tierra por varios meses hasta que fermentado se colaba y vendía.
El carretonero, allá por 1927, traía esas mercancías de varios Estados de la República; como era el Mezcal solo o con gusanito desde Oaxaca y los juegos de copas de cristal desde Veracruz en donde atracaban barcos de varias nacionalidades. Era casi obligado tener en la vitrina un juego de copas de cristal que generalmente nunca se usaban pero le daban prestigio a la casa.
El negocio de venta de elíxires espirituosos se incrementó
con la lectura del periódico que llegaba cada semana desde la capital y estaba
a cargo del poeta del lugar, Don Artemio padre de Lala quien no podía caminar
pero conservaba su lucidez misma que le permitía leer el periódico a los
parroquianos (muchos no sabían leer) y formular los acrósticos para los/las
cumpleañeros.
Los esfuerzos eran varios e incluían a toda la familia, pero Lala necesitaba dinero.
Los esfuerzos eran varios e incluían a toda la familia, pero Lala necesitaba dinero.
Lo pensó mucho, pero un día lo decidió. Entre casarse para
que le dieran dinero para vivir y no casarse y que le dieran dinero para vivir…
se dijo que ella era una mujer decente y no podía engañar a nadie, así que optó
por lo último.
Los novios de Lala eran unos cuantos, ellos sabían quiénes eran
entre sí y respetaban los días en que podían visitar cada uno a Lala.
Un día
cumplió 42 años y conoció a un forastero que llegó a su negocio a disfrutar de una copa. Se
frecuentaron, pasearon por el pueblo, caminaron por la rivera del arroyuelo,
fueron a la Loma a traer caracoles que “crecían” bajo las gobernadoras
(plantas) y a quebrar piedras azules para buscar fósiles que aparecían al
abrirse éstas.
Sí, se enamoró. Los novios sin protestar se retiraron; ella
le platicó su vida al forastero, él le platicó la suya a Lala. No había necesidad
siquiera de tocarse, las almas se habían ya unido con una fuerza espiritual
inquebrantable. Empacaron, subieron todos a una carreta con dos caballos y Lala
empezó deveras a vivir.
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