“Necesito comprar una Tablet porque los días de
Lectura en mi Organización tengo que cargar varios libros que usamos y con la
Tablet solo busco la lectura de que se trate ese día” me comentó Engracia.
Acabábamos de entrar al Super –día de frutas y verduras en el que mi amiga me
ayuda en casa- y luego de tomar un café de obsequio con una rebanita de cake de
chocolate avanzamos por aquel largo corredor de exhibición y ahí estaban las Tablets.
Los ojos de mi amiga normalmente algo apagados
brillaron súbitamente al verse rodeada de los aparatos que buscaba,
móviles, computadores y más artilugios electrónicos. Solo en un niño he podido
ver esa mirada y ese resplandor en la cara cuando éste se encuentra en el área
de juguetes. Pues bien, ahí se exhibía una Tablet pequeña marca no muy conocida
y ella comentó que necesitaba una más grande y de mejor marca. Además había
pedido a su hijo “bueno”, el que vive con ella en casa, que le comprara una
bocina con USB para conectarla a su Tablet y oír sus discos de Pedro Infante
que le gustan tanto.
Y apareció el “pero” -ese canijo “pero” que siempre
anda metiendo la nariz todas partes- “…es que necesito un trabajo fijo porque
no quiero que mi hijo con quien vivo gaste mucho en mí ya que él paga la renta
de casa, todos los servicios básicos y la alimentación aparte de darme algún
dinero extra para mis gastos.” ¿Pero
Engracia le he dicho, mientras caminábamos viendo las mercancías exhibidas, seguro
que como regalo de Navidad sus otros do hijos varones que están casados le
regalarán la Tablet como mínimo… no es así? Silencio, solo seguimos caminando
sin hablar, de repente se detuvo, me miró y dijo “No, mis dos hijos casados no
me ayudan con las cosas urgentes menos con un regalo, hace unos días le pedí a
mi hijo mayor que me diera 200 pesos para completar mis lentes nuevos que
costaron 450 y me contestó muy irritado con voz alta “Como me pide que le dé
dinero? Sabe bien que acabo de cambiar mi carro por un 2016, acaso cree que
tengo dinero para darle? Tengo muchos gastos!”
Y su otro hijo, -le dije- la ayudaría
económicamente? “Quizás –respondió Engracia- pero su esposa tendría que aprobar
que me diera los 200 pesos; ellos si me dan dinero a veces pero tengo que ir a
su casa a trabajar en la limpieza y me pagan el día…” Ante esta respuesta se me nubló el
entendimiento y salieron algunos sapos y pequeños sabandijas desde mi
quebrantada emoción. Ahora el silencio me pertenecía y también pasado un largo
rato le dije: Demande a sus hijos, ellos tienen obligación legal de darle
Alimentos porque usted va a cumplir 60 años, es viuda, no tiene casa propia ni
trabajo o medios de subsistencia que no sea el apoyo de sus hijos. A lo cual
dijo mi amiga “Ay, no pobrecitos, como les voy a hacer eso, luego no me
querrían”
Pues ya está, insistí, decídase y la acompaño a la Defensoría de
Oficio donde un Abogado le tramitará a bajo costo la demanda por Alimentos en
contra de sus dos hijos que no la ayudan, y dígame en donde trabajan? “Pues el
mayor es Gerente en tal parte y el otro es el Encargado de una Farmacia en tal
otro lugar” Correcto le expresé, ellos tienen estabilidad económica, cuando
vamos con el Abogado? Yo la llevo. “No, no puedo hacerle eso a mis hijos me ha
respondido, ya algún día Dios les hará
ver que hacen mal al no ayudarme y como tienen hijos, ellos recibirán lo mismo
de sus hijos.” Pero Engracia, el comer y vivir no puede esperar a “algún día” es
a diario que tenemos que hacerlo y Dios ya le dio a Usted la inteligencia y
vida para que se defienda y sobreviva y existen Leyes que la protegen!
“No puedo, porque no quiero que dejen de quererme
mis dos hijos….”
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