Estaba seriamente enfrascada en mi tarea de
comentarista amateur en algunos periódicos cuando un concierto matutino me ha
hecho dejar cualquier tarea, por más importante que sea, como esta actual en la que contribuyo a “salvar” al mundo con
mis comentarios y/u observaciones. Que
cual concierto? El de tres pajarillos, a la izquierda estaba uno con un pío constante,
frente a mí sobre el naranjo otro que graznaba de vez en cuando y a la derecha
un poco más lejos algo más sordo y menos rápido que el pío pío… me recordó a
Bach con sus “destiempos” armónicos. Quizás Bach oyó a los pajarillos al
amanecer, como me ha pasado a mí…
Alguien me dice que es maravilloso “oírlos” pues es
parte de la posibilidad real de oír otros llamados o avisos de la naturaleza
que siempre nos habla y poco la escuchamos seguramente porque hemos creado
excesivos ruidos artificiales que callan su maravillosa voz excepto en esos
momentos del amanecer cuando “el músculo duerme y la ambición descansa”.
Ahora vivo arriba, en la planta alta de mi casa y
mis dos grandes ventanas me permiten espectáculos tan bellos que no podría
comprarlos ni rentar películas para verlos. La ventana que da al nor-noreste me
permite contemplar desde los primeros pininos que hace el Sol hasta que ha
salido por completo y la ventana que da al este me deja ver cómo se va
iluminando poco a poco el Cerro de la Silla y como su nubecilla perene que
tiene arriba se disipa sin darme cuenta. Que maravilla es vivir en este Planeta
(al menos desde esos momentos, que después de todo, son los momentos los que
uno a uno hacen la vida y está en muchísimas ocasiones a nuestro alcance la
posibilidad de disfrutarlos y los que saben, incluso de crearlos)
Pues aquí de regreso, compartiendo algo de lo
maravilloso que es vivir, porque para sufrimientos no necesitamos ayuda!
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