Cada primavera ella visita mi casa
Alrededor de las 10 de la mañana cuando estoy
preparando la comida
la veo entrar por el dintel de la puerta que da al primer
patio gobernado por el naranjo japonés
Es muy cortés y al llegar se queda unos instantes en
la puerta sin entrar, solo se oye su rumor
Volteo a ver de qué se trata y ahí está
No me muevo, su sensibilidad es tal que necesita que
yo permanezca inmóvil mientras mira con sus redondos ojos el interior de la
cocina
Me saluda y comenta lo largo que es su viaje desde su
colmena hasta mi casa, sin embargo sabe
cómo aprovechar los vientos para viajar “de gratis”
Hoy me ha dicho que la presa de la Boca tiene nuevos
huéspedes porque unas familias de peces nuevos se han mudado de casa dado que
con las lluvias que en exceso han caído los han mudado desde otros ríos y
arroyos, le pido les dé la bienvenida en mi
nombre
Y claro con agua más limpia han llegado las
libélulas azules esas misteriosas “hadas madrinas” para muchos, que cuando fuimos niños los vimos como tales
en nuestra dulce imaginación; no importa si fue un segundo o un día, esa imagen
siempre podrá acompañarnos.
Y los sapitos y ranas que con su ronco croar nos
llevaron a pensar que existían otros mundos en donde no solo los seres voladores
viven sino que también los verdes,
pegajosos y roncos tienen su propia belleza de vida y su función en este
enjambre fantástico que miramos separado y sabemos está unido con ese hilo
dorado de la energía divina.
Escuchemos la voz de esos seres que nos brindan con
amor incondicional una estabilidad de vida, todos ellos indispensables para
nuestra subsistencia y con conocimientos específicos que si les hablamos y
preguntamos nos los mostrarán para recuperar así el profundo conocimiento de nosotros
mismos que late adormecido y es tiempo –tiempo de los fotones desde Alción-
para recuperar.
Platiquemos con ellos. Deveras!!!
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