Me gusta vivir.
Es fascinante explorar este mundo de cotidianidades.
Que cual es el motivo de mi regocijo? A ver, veamos.
Hace unos días tuve un contratiempo por cuestiones
de trabajo en la remodelación de mi oficina. El trabajador que la realiza no vino. Y así varios días
atrás. Entonces repentinamente me deprimí. Zaz! Se cayó mi ánimo y mi esperanza
de vivir una vida feliz en un mundo feliz. Estaba ya recordando otros sucesos
de desánimo en los cuales tampoco podía lograr mi cometido en x proyecto. Y así
envuelta en esa tristeza de la cual la mitad era ya inducida por mis tristes
pensamientos, llegó el llanto por ser yo “tan pobrecita infeliz”. Al darme
cuenta de mi llanto, mi otro yo se dijo: Alto!, que pasa? Por algo tan simple
como que el trabajador no vino a terminar su trabajo vas a llorar?
No, no es solo por eso, es que un día me dijeron
que…
Y en otra ocasión, otros me hicieron el desaire o tuvieron
la mala educación de…
Y así la pequeña pero contundente lista de mis
pesares que sentía yo que era irrebatible y la cual me justificaba –al menos
eso creía- la depresión y el llanto.
Al ver tal situación, el yo sensato convino con el
yo deprimido: Ok llora y sigue triste,
pierde tu ánimo y reclúyete en ti misma en tu rincón favorito. Vale. Pero sin
conceder que esa tristeza sea real, es una tristeza inducida y no existe.
Estamos?
Sí le dijo la yo triste, lo sé, solo que no tengo
fuerza para evitarlo.
No se discuta más, ve a dormirte si quieres con la
tv encendida sin verla y no salgas de la cama hasta que ésta te fastidie. Llora
pero ya no recuerdes sucesos deprimentes de tu vida, harás un esfuerzo y le
pedirás a tu Dios que te ayude a recordar sucesos felices y para ayudarte con
eso, ála, llévate tu vasito de rompope.
Ok, dijo tímidamente la yo triste.
Ah pero solo una advertencia más, este día puedes
estar todo lo triste que quieras pero debes estar consiente que mañana estarás
nuevamente feliz, ¿de acuerdo?
Sí contesto la triste ya casi sin ánimo de hablar.
Al siguiente día ya pude reflexionar y darme cuenta
de esa “tumbadora” como le llama Carlos Castañeda, de ésa mala vibra que anda
por ahí captándonos en nuestros momentos débiles, esos momentos frágiles cuando
puede entrar en nosotros para habitarnos y llevarnos a su reino oscuro. Y me
dije, hoy recordaré muchos de mis momentos felices y los tendré a la mano. Y
haré más momentos felices. Y es tan simple ser feliz, para mi significó ese día
ir al Super y comprar una cerveza negra para beberla en mi comida –alguien me
dijo que comprara cerveza artesanal que está fermentada normalmente-, “hamburguesa”
de salmón que encontré preparada para solo cocinar, ensalada de bolsa
que adicioné con pepitas de calabaza y ajonjolí tostados y un pastelillo
individual de tres leches. Ustedes gustan?
Nota de LdeL: (Cierto, no olvidé comprar mi Rompope).
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