Cierto, la vida se hace en momentos…


Blog escrito por: Laura de Lunne

Enero 1° 2013

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miércoles, 5 de febrero de 2014

Historia… Don Miguel hijo de Narcia. Última Parte. Mis viajes III

O
Don Antonio ya está viviendo en Estados Unidos con otros familiares y la casa de Narcia se ha quedado sola.

Era una casa grande de aquellas que tenían cuartos a los lados y en el centro un patio con macetones en su centro y al fondo se encontraban el comedor y la cocina con un bonito fogón en donde aún se cocinaba con carbón de leña que se compraba cerca de la casa en el Mercado Tangamanga (en donde el refresco embotellado Pato Pascual de tamaño pequeño valía 4 centavos), y aun cuando también había una estufa de gas butano, el cocinar con carbón era otra faceta de la personalidad de Doña Narcia.

En la primera narración de esta historia, Narcia nos ha abierto aquella puerta verde con fijos de vidrio a los lados y nos ha permitido pasar a su casa, llevándonos directamente a su comedor luego de atravesar el patio de losetas de ladrillo rojo ahora sin macetones de plantas y flores; y ahí encontramos a Don Miguel hijo único de Narcia, aquel hombre de principios y responsabilidad tan sólidos que lo avalaban para ser Jefe de Patio de los FFCCNN de una ciudad que era centro técnico para dichos Ferrocarriles en aquella época.

El Jefe, como le decían a Don Miguel conoció a mi hermano Estroberto cuando éste hacía prácticas en el Patio de los Ferrocarriles para entrar a trabajar como Garrotero y le llamó la atención de alguna manera y además porque supo que era hijo de Don Tadeo, maquinista de caminos, a quien le reprochó en alguna ocasión que hubiera dejado a su hijo a la deriva, lejos de la familia, en aquella ciudad (seguro que cada uno tenía sus razones). Y se llevó a Estroberto a vivir a su casa previo acuerdo de que ahí no se permitirían bebidas alcohólicas, fumar y que debía (al menos dentro de su casa) llevar una vida ordenada.

Ahora en ese tiempo de nuestra visita, el Jefe, aquel hombre recio y de nobles principios había sucumbido a la diabetes. Esa mediodía en que fuimos a visitarlos se encontraba en su comedor vistiendo paños menores y con su cabeza reposando sobre la mesa, al entrar nosotros al aposento y vernos saludó a mi mamá y demás familia y le dijo a su madre que le hubiera avisado primero de la visita para vestirse apropiadamente, reclamo que de manera indiferente ignoró Doña Narcia.

Habiendo regresado Don Miguel al comedor, le dijimos que su madre había salido pero le había dejado el desayuno en la mesa ya preparado, por lo cual empezó a comer aquellos panes de dulce con café con leche, al verlo mi madre le dijo que no era conveniente que ingiriera dulce ya que le afectaba por ser diabético, contestándonos débilmente que eso era lo que su madre le daba de almorzar. Descansó un rato en un sillón que tenía en el comedor para ese efecto y pasado un rato, al parecer de mejor ánimo, mi mamá le dijo que lo veía en mal estado de salud, que debía ir al médico, contestando Don Miguel que su madre le había prometido llevarlo, ya que él estaba muy débil para ir solo, pero que pasaba un día y otro y no lo llevaba por diversas razones o excusas. Mi madre le ofreció acompañarlo al Médico en ese momento, pero con lágrimas en los ojos, Don Miguel le dijo que su madre le tenía encerrada la ropa y los zapatos en un clóset para que no se saliera de casa, cuando ella se ausentaba a algún mandado y que él estaba muy débil para discutir con ella.

Llegó Narcia y todos callaron, pero Don Miguel había entendido que su madre no se encontraba bien de su cabeza y antes de regresarnos de San Luis a casa fuimos a despedirnos de Narcia y su hijo Don Miguel, y supimos por los vecinos que Don Miguel se salió a la calle en calzoncillos y descalzo, detuvo un taxi (quien lo reconoció como el Jefe Don Miguel) y le pidió lo llevara a su casa de matrimonio en donde lo recibieron su esposa e hijos a quienes Narcia había impedido tener todo contacto con su hijo Miguel, aislándolo incluso en ese amor patológico que no podía permitir otro afecto más que el suyo. Narcia fue internada por su hijo en un Sanatorio en donde atendieron su trastorno mental/emocional y la cuidaron por el resto de sus días.

Reflexiono en que los mandatos no son válidos por provenir de quien vienen, sino por el valor que contienen. No vale lo que una Madre, Padre, Esposa etc. le digan a un ser querido, solo vale, solamente es valioso, si ese decir tiene como fundamento como base de ese decir, la realización de lo que sea bueno, justo, útil es decir que ese mandato o dicho sea vertido/hablado para buscar algo que contenga un valor (algo que sea justo, sano, bueno, entre otros valores) en su realización. Y en clase mencionábamos “El deber-ser, debe ser porque vale, no porque deba ser”.

Fin de esta historia.

Próximo Domingo

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