Cierto, la vida se hace en momentos…


Blog escrito por: Laura de Lunne

Enero 1° 2013

TERCER ESCRITO:

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sábado, 7 de marzo de 2015

Lala y su “particular dignidad” II Parte

Mezcal con gusanito (de Oaxaca, México)

II Parte


La vida seguía, nacían hijos, crecía el pueblo. Lala no se casaba y necesitaba  dinero.

En su casa inventaron la manera de conseguirlo con venta de artículos de “primera necesidad”, copitas de mezcal, aguardiente y algún licor de fabricación casera hecho en garrafas de vidrio de 5 litros de mezcal a las que se les agregaba cáscaras de naranja o limón, canela o anís, manzanas, perones, pasas de uva y se guardaban en un pozo en la tierra por varios meses hasta que fermentado se colaba y vendía.

El carretonero, allá por 1927, traía esas mercancías de varios Estados de la República; como era el Mezcal solo o con  gusanito desde  Oaxaca y los juegos de copas de cristal desde  Veracruz en donde atracaban barcos de varias nacionalidades. Era casi obligado tener en la vitrina un juego de copas de cristal que generalmente nunca se usaban  pero le daban prestigio a la casa.

El negocio de venta de elíxires espirituosos se incrementó con la lectura del periódico que llegaba cada semana desde la capital y estaba a cargo del poeta del lugar, Don Artemio padre de Lala quien no podía caminar pero conservaba su lucidez misma que le permitía leer el periódico a los parroquianos (muchos no sabían leer) y formular los acrósticos para los/las cumpleañeros.

Los esfuerzos eran varios e incluían a toda la familia, pero Lala necesitaba dinero.

Lo pensó mucho, pero un día lo decidió. Entre casarse para que le dieran dinero para vivir y no casarse y que le dieran dinero para vivir… se dijo que ella era una mujer decente y no podía engañar a nadie, así que optó por lo último.

Los novios de Lala eran unos cuantos, ellos sabían quiénes eran entre sí y respetaban los días en que podían visitar cada uno a Lala. 

Un día cumplió 42 años y conoció a un forastero que llegó a su negocio a disfrutar de una copa. Se frecuentaron, pasearon por el pueblo, caminaron por la rivera del arroyuelo, fueron a la Loma a traer caracoles que “crecían” bajo las gobernadoras (plantas) y a quebrar piedras azules para buscar fósiles que aparecían al abrirse éstas. 

Sí, se enamoró. Los novios sin protestar se retiraron; ella le platicó su vida al forastero, él le platicó la suya a Lala. No había necesidad siquiera de tocarse, las almas se habían ya unido con una fuerza espiritual inquebrantable. Empacaron, subieron todos a una carreta con dos caballos y Lala empezó deveras a vivir.


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