Cierto, la vida se hace en momentos…


Blog escrito por: Laura de Lunne

Enero 1° 2013

TERCER ESCRITO:

Somos la única chispa de luz, con vida propia, avancemos sin temor,

Hasta mañana!


viernes, 1 de febrero de 2013

LA CARRETA DE LA NIEVE



 
LA CARRETA DE LA NIEVE
Capítulo II Segunda parte
Se oía una campanita seguida del ruido de ruedas rodando y cascos de caballo… era el carretón de la nieve. La elaboraban batiéndola a mano, en garrafas de acero dentro de un barril de madera que contenía hielo y adentro de este barril se le daba vuelta a la garrafa hasta que el la leche con sabor a sabor a vainilla o fresa se convertía en nieve.
Lo confiable de la nieve del carretón  de la nieve, a quien su dueño llamaba La Carreta, era que dicho señor se acompañaba de sus hijitos o de su esposa, así las mamás confiaban el que sus hijos salieran solos al paso de este carruaje. Creo que debo reconocer que sí era una Carreta porque tenía un pequeño techo sobre cuatro mástiles y las orillas del mismo tenían olanes de la misma tela, y flores que adornaban sus costados; me gustaba verla llegar a mi calle porque además el señor de la nieve no circulaba por todas las calles, escogía unas cuantas, como la mía que estaba a cuatro cuadras de la Plaza Principal, (aunque solo había una cuadra más hacia la orilla del pueblo por el lado sur).
La nieve de La Carreta tenía aquel sabor de leche entera, como la que existía en mi niñez, alrededor de 1955. Solo recuerdo dos o tres personas que vendían leche, y eran el Sr. Saunedo, Los Asus y ya en mi juventud Los Siles, y casualmente me tocó ver a los tres echarle agua a la leche, contenida en aquellos depósitos de metal desde donde se vertía directamente a la olla que se llevaba al lugar de expendio. En el caso de los dos primeros vendedores, se colocaban los depósitos de leche en la banqueta y en el caso de los Siles, la llevaban directamente a la casa del comprador en litros de vidrio con una tapa blanca de un cartón ceroso que se compraba para tal efecto por dichos vendedores. Alguna leche de los Siles era tan grasosa que se formaban círculos de mantequilla en la leche cruda, al grado que una vecina suspendió el entrego de leche porque estaba demasiado espesa de crema y mantequilla… “veredes Sancho”!
No debo dejar de platicar aquí de los quesos de leche de vaca y de cabra. Los más sabrosos, los que llevaba Doña Engracia desde su Rancho cercano a Matehuala; se llamaban Panelas y pesaban entre tres y cinco kilos cada uno. En casa hacían tortillas de harina por las tardes, y cada quien, cuando tenía hambre tomaba un pedazo de panela para colocarlo dentro de la tortilla y con un chile de amor-didas y un té de canela, daba cuenta de aquel hambre fomentado por el trabajo y las frescas temperatura y fuertes vientos que se sentían en aquel clima desértico de mi pueblo.
Regresando a la Carreta de nieve, fue una tarde el último día que la vi. Llegaba casi puntual a la una –el señor de la nieve era muy profesional- salí corriendo al oír las campanitas y llegué antes que otras dos niñas, diciéndole con gran júbilo que me diera dos conos de vainilla entregándole un billete de cinco pesos… pero no traía feria, regresé con mamá quien me sugirió que le dijera que mañana se los pagaríamos –éramos clientes seguros-; pero no quiso fiarme la nieve… le insistí, contestándome que mañana regresaría y compraría yo la nieve y le dije, no, mañana usted ya no regresará, por eso quiero comerme el cono de nieve hoy. Ciertamente ese fue el último día que lo vi.

1 comentario:

  1. Omití platicarles que el Sr. de la nieve no regresó porque su carreta fue impactad por un camión de carga en la carretera de San Buena Ventura a Frontera, Cohuila. Toda su familia iba con él. Aquella niñita que apenas empezaba a hablar casi, supo que no lo vería más.

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